dimecres, 29 de febrer del 2012

La pervivencia de la fiesta brava

Grabado de Goya


El arte y técnica de lidiar toros es un hecho que ha suscitado constantes debates entre defensores y detractores a lo largo de la historia en todo el mundo y también, claro está, en España, dónde se le atribuye la plusvalía de elemento identitario nacional. No faltan ejemplos sobre los intentos históricos de abolir las corridas de toros en nuestro país. Un buen estudio sobre ello lo ha llevado a cabo la profesora de la UNED Beatriz Badorrey Martín, bajo el título Principales prohibiciones canónicas y civiles de las corridas de toros. En esta investigación se parte de la Ley 57, Título V del Libro I de las Partidas de Alfonso X el Sabio (1256-1265) en la que se establece la prohibición al clero de asistir a este tipo de festejos, por considerarlos ellos mismos un elemento en contra de la moral del buen cristiano –al paso de algunos lustros esta afirmación resulta, cuanto menos, curiosa. Pasando por otras regulaciones, es en las últimas décadas del siglo XVIII, al mismo tiempo que se va consolidando el espectáculo, en las que sufre los mayores embates y críticas de sus detractores: los ilustrados partidarios de la modernización de España. Carlos III, por una real pragmática de 9 de noviembre de 1785, prohíbe las fiestas de toros de muerte en los pueblos del reino, aunque con algunas excepciones que se refieren a temas agrícolas. Carlos IV en Aranjuez, a consulta del Consejo pleno de 20 de diciembre de 1804, y cédula de 10 de febrero de 1805, decreta la absoluta prohibición de las fiestas de toros y novillos de muerte en todo el reino. Pese a ello, hasta el momento actual, quizás por este atavío de representación de la identidad de un pueblo, las corridas nunca estuvieron en peligro real de desaparecer. La época actual, marcada por una corriente ecologista, ha desarrollado una creciente sensibilidad frente a temas como la conservación de la naturaleza y la necesidad de combatir la crueldad de que son víctimas los animales. La reciente decisión del Ayuntamiento de Barcelona de declarar a la ciudad condal anti taurina podría ser la mecha para el fin de esta fiesta. Como consecuencia de este hecho, sestea en el Parlamento Europeo un proyecto de prohibición de las corridas en los territorios de la Unión Europea. Ahora bien, en este caso concreto, conviene plantearse si la postura catalana encierra la desligazón de una fiesta que se considera parte integral de la cultura nacional soslayada a sus pretensiones independentistas.

Claudia Molés

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